A casi nadie se le ocurriría hoy en día con todo lo que sabemos sobre la Alemania nazi que ir allí de turismo o a estudiar durante una temporada fuera una buena idea, sin embargo fueron muchos los que viajaron por tierras alemanas desde casi el fin de la Primera Guerra Mundial hasta la caída del Reich en 1939. Por eso es tan interesante el ejercicio que hace Julia Boyd en este libro “Viajeros en el Tercer Reich, el auge del fascismo contado por los viajeros que recorrieron la Alemania nazi” (Ático de los libros 2019) que recoge testimonios escritos de viajeros que por diferentes razones recorrieron Alemania en aquellos tiempos tan convulsos.
De forma cronológica empezando en el final de Primera Guerra Mundial, la autora nos va desgranando el surgimiento, el ascenso y la caída del nazismo a través de los testimonios de viajeros tanto anónimos que viajaban por turismo, estudios o trabajo como célebres como por ejemplo los de Christopher Isherwood, Samuel Beckett, Charles Chaplin, Robert Byron o Knut Hamsun.
Leyendo las páginas del libro, vas viendo como poco a poco todo fue evolucionando a peor en alemania desde los felices años 20 hasta que se desató el infierno. Resulta muy curioso comprobar cómo al principio no se tomó en serio a Hitler y a sus seguidores: “No hay que alarmarse…” decían los servicios secretos británicos cuando en 1922 el oficial francés que formaba parte de las fuerzas de ocupación Benoist-Mechín preguntó si ese tal “Aloisius Hitler” era peligroso. Un año después en noviembre del 23 se había producido un intento de golpe de estado fallido (el Putsch de Múnich)
Hitler se hace con el poder
Finalmente Hitler tras varios procesos electorales se hizo con el poder y en 1933 cambió la ley para aferrarse en el poder, ya era dictador de Alemania.
A partir de que Hitler se otorga poder ilimitado y sobre todo tras la muerte de Hindenburg, da la sensación de que todos los alemanes son nazis. Entre los textos de los viajeros recogidos en el libro, se aprecia que hay muchos que son seducidos por la maquinaria de propaganda nazi y ven con buenos ojos a este nuevo líder alemán, incluso muchos quitan hierro a las cada vez más frecuentes agresiones y palizas de las SA o a los campos de concentración como Dachau que muchos visitan y donde comprueban lo bien tratados que son los presos (aunque realmente eran guardias disfrazados de prisioneros).
Algunos ilustres personajes como el premio nobel noruego Knut Hamsun abrazaron con fervor el nuevo régimen, otros en cambio abominaban de todo lo que representaba el nazismo, aunque todavía no se sabía “de la misa la media” como Thomas Wolfe que fue capaz de cambiar su opinión tras comprobar in situ los abusos y persecuciones nazis o el gran Robert Byron, al que finalmente los nazis le quitaron la vida cuando torpedearon su barco en el 41.
Juegos Olímpicos del 36. Apogeo de turistas y viajeros
En 1936 se celebraron en Alemania tanto los Juegos Olímpicos de Invierno (en Garmisch-Partenkirch) como los de verano (en Berlín) así que fue un año en el que muchos viajeros llegaron a Alemania para participar o disfrutar de los mismos.
Los nazis pusieron su maquinaria propagandística a trabajar a toda potencia para mostrar al mundo su Alemania perfecta, y en general les funcionó a tenor de los textos escritos por los deportistas y viajeros que estuvieron aquel año allí y que cayeron fascinados por la parafernalia nazi, las fiestas organizadas por los dirigentes nazis (famosas fueron las que dieron Goering o los Goebbels) y la prominente figura de Hitler. Eso sí, cuando acabaron los juegos las cosas cambiaron rápidamente como comprobó en carne propia el jugador de baloncesto Frank J. Lubin.
Después de los juegos se aprecia como prácticamente todos los alemanes o eran nazis o intentaban pasar desapercibidos entre ellos (se acabó el tinte rubio). El libro recoge testimonios muy interesantes como el de William Edward Burghardt Du Bois, un profesor estadounidense de raza negra que vivió en Alemania en aquellos años y que fue testigo entre otras cosas del inicio de las purgas en las universidades y de los abusos contra los judíos.
A partir de 1937 aunque las cosas ya se veía que se empezaban a poner complicadas, todavía muchos turistas sobre todo británicos visitaban el país atraídos entre otras cosas por el propio régimen nazi y sus ocurrencias, por ejemplo la Exposición de Arte Degenerado de Munich fue un polo de atracción turístico.
En 1938 con la anexión de Austria (Anschluss), la sombra de la guerra empieza a planear por Europa cada vez acercándose más. Todos los acontecimientos se van precipitando hasta que en 1939 empieza a desatarse el infierno, empezando por la noche de los cristales rotos y terminando con la invasón de Polonia el 1 de septiembre que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial.
Durante la guerra también hubo viajeros
Se recogen testimonios de viajeros británicos, estadounidenses o hasta chinos que por diferentes circunstancias (matrimonios mixtos, estudiantes, etc.) pasaron la guerra en Alemania y fueron testigos de primer orden del fin del Tercer Reich y de la destrucción del país por los bombardeos aliados y las tropas soviéticas.
Un libro realmente interesante y que da pie a la reflexión de qué hubiéramos pensado cada uno de nosotros de estar en la Alemania nazi en aquellos tiempos donde no se tenía la información que hoy tenemos, qué hubiéramos hecho si como le ocurrió al doctor William Boyle y a su esposa Eithne una madre judía nos hubiera suplicado que nos lleváramos a su hija pequeña del país…ahora puede resultar fácil pero en aquel momento no lo era. Los Boyle no dudaron y sacaron a la pequeña Greta del país.
Viajeros en el Tercer Reich – Julia Boyd
Ático de los libros
Año 2019 – 448 páginas
ISBN-10: 8417743227
ISBN-13: 978-8417743222
Traducción: Claudia Casanova