En una de mis búsquedas en la biblioteca pública, encontré este pequeño libro de Lewis Carroll. Por su brevedad, se trata de uno de esos libros perfectos para leer en una tarde de relax, así que se vino conmigo.
En estos tiempos convulsos en lo que a las cuestiones con Rusia se refiere, me resultaba interesante poder ver la visión de un viajero lúcido como Carroll en una época bastante lejana, la segunda mitad del siglo XIX. Un país en plena época zarista donde todavía quedaban muy lejos los acontecimientos que tuvieron lugar ya en el siglo XX y que cambiarían de forma radical no solo la historia de Rusia, sino la de todo el mundo.
Primer viaje fuera de Inglaterra
El viaje tuvo lugar en 1867 cuando Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por su seudónimo Lewis Carroll y su amigo el dean Henry Parry Lidon partieron rumbo a Rusia en un viaje de dos meses.
Atravesaron Europa partiendo desde Londres y pasando por el paso de Calais, Colonia, Bruselas donde asisten a una misa multitudinaria y a la procesión del Corpus, Königsberg donde ven una escena terrible, un niño pequeño es escoltado al juzgado por dos soldados con la bayoneta calada, Danzig y llegando finalmente a Rusia, concretamente a San Petersburgo tras un viaje de 24 horas en tren no demasiado cómodo ya que llegan a dormir en el suelo del vagón.
En San Petersburgo quedan muy impresionados por sus anchas calles, las grandes iglesias y el tráfico de droshkies (carruaje tradicional ruso), la bulliciosa Avenida Nevsky y la enorme plaza del Almirantazgo.

También visitan Moscú, a donde llegan en un tren nocturno del que les llama mucho la atención cómo los asientos se convierten en cama. Una vez allí lógicamente visitan la catedral de San Basilio, el Monasterio de Petrovsky y hasta asisten a una boda rusa.
El arte también fue uno de los placeres de los que disfrutó Carroll en Rusia donde visitó en varias ocasiones el Museo Hermitage para disfrutar de Murillo, Tiziano, Potter, Rafael o los maestros de la escuela rusa.
Teatro y religión
Si algo queda claro durante el viaje de Lewis, es que hay dos cosas en la vida que para él eran fundamentales. Por un lado el teatro, es capaz de ir al teatro en varios destinos de su viaje y asistir a obras en las que no entiende nada del idioma del país (por ejemplo en la propia Rusia asiste a varias obras con su diccionario en la mano) y por otro la religión. Va a misa en todas partes y asiste a todas las ceremonias religiosas que puede, ya sean anglicanas, católicas, ortodoxas y hasta judías. Visita iglesias, catedrales, sinagogas, mezquitas o monasterios con mucho interés. Entre otros, también visitaron el monasterio del Nuevo Jerusalén en Istra donde hay una iglesia del Santo Sepulcro réplica de la original.
Carroll era un poco socarrón (también un poco estirado) y nos va dejando algunas perlas en su diario como cuando en Ninji Novgorod se alojó en un hotel donde “la comida era muy buena y lo malo todo lo demás”. También hay algunas situaciones curiosas debido al idioma, por ejemplo en el monasterio de Troitska se hizo necesario utilizar hasta tres idiomas distintos para poder entenderse con el arzobispo titular, ruso, francés e inglés.
El regreso a Inglaterra lo realizaron pasando por Varsovia, Breslau o Dresde para hacer una última parada en París donde coincidieron con la Exposición Universal y que por supuesto visitaron.
Diario de un viaje a Rusia – Lewis Carroll
Editorial: Nocturna Ediciones
Año 2009 – 120 páginas
ISBN: 9788493739607