Hace unos años leí el intersante libro de Louis Huart sobre los flâneur, esos caminantes que vagaban sin rumbo por las calles del París del siglo XIX.
En la misma línea el autor argentino Edgardo Scott nos presenta Caminantes: Flâneurs, paseantes, walkmans, vagabundos, peregrinos editado por Gatopardo ediciones y que viene lleno de reflexiones sobre el arte de caminar, algo que cada vez se hace menos en las culturas occidentales.
Una sugerente reivindicación del perdido arte de caminar, a través de sus variados practicantes. Un paseo literario y musical lleno de asociaciones imprevisibles.
«Lo cierto es que no se camina nada o se camina poco y mal. Se camina sin ver, sin contemplar, sin abandonarse al paseo», constata Edgardo Scott al inicio de este sugerente ensayo. En la era del automóvil, del footing y de las pantallas, el arte de caminar parece en peligro de extinción. Pues caminar es puede ser algo más que desplazarse a pie, dar un paso tras otro, ejercitar las piernas por prescripción médica.
Como atestigua una larga tradición de escritores, pensadores y artistas a los que Scott convoca, homenajea y sigue en estas páginas llenas de asociaciones canónicas e imprevistas de san Ignacio de Loyola a Damon Albarn, pasando por Baudelaire, R. L. Stevenson, Borges, Machado y Rosa Chacel, caminar es una forma de meditación estética y filosófica, de imaginación literaria y política; una forma de escritura y de lectura en movimiento que nos ayuda a descifrar el mundo que nos rodea y también a nosotros mismos.