En estos tiempos de digitalización de todo, aún hay tipos raros como yo a los que nos gusta escribir con boli y papel. Hace no muchos años cuando no había Internet y el libro electrónico era ciencia ficción, la mayoría de los mortales dejaban mensajes escritos o tomaban notas con boli y papel, cualquier papel valía, tampoco era cuestión de ponerse puntilloso. Sin embargo por diferentes circunstancias unos cuadernos empezaron a impregnarse de un halo legendario que ha hecho de ellos unos objetos de culto, se trata de los cuadernos Moleskine.
Son esos cuadernos negros, con puntas redondeadas y una goma que mantiene las cubiertas cerradas, unos cuadernos que si bien son muy prácticos y están muy bien, no dejarían de ser más que unos cuadernos si no fuera porque artistas y escritores como por ejemplo Van Gogh o Hemingway los utilizaron.
“Perder un cuaderno, eso sí sería una catástrofe”

En materia de literatura de viajes, que es lo que me interesa, fue Bruce Chatwin el que les dio el empujón definitivo para convertirlos en legendarios. Chatwin utilizaba estos cuadernos para tomar todas las notas de sus viajes por el mundo. Incluso los bautizó como “Moleskine”, algo así como “piel de topo”, en alusión a su característica encuadernación en hule negro. Para él, estos cuadernos eran tan importantes que cuando en 1986 en la papelería de la Rue de l’ Ancienne Comedie de París donde los compraba le dijeron la fatídica frase: ‘Le vrai Moleskine n´est plus’ (el taller done los fabricaban había cerrado), buscó y adquirió todos los cuadernos que consiguió encontrar justo antes de iniciar su viaje por Australia que quedaría plasmado en su libro “Los trazos de la canción”.
Es en esa obra donde dejó escrita esa historia y su amor por estos cuadernos. Para él eran tan importanes que escribió: “Perder el pasaporte era la menor de las preocupaciones de uno, perder un cuaderno era una catástrofe. Durante aproximadamente veinte años de viajes, sólo perdí dos. Uno desapareció en un autobús afgano. El otro lo confiscó la policía secreta brasileña”. En ellos escribía dos direcciones y una nota donde aseguraba una gratificación a quién lo enviara.
Vuelven los Moleskine
En 1995 una profesora italiana lectora de Chatwin trató de recuperar estos cuadernos de notas. Finalmente Maria Sebregondi (así se llama la profesora) fundó junto a la editorial milanesa Modo & Modo la marca “Moleskine” en 1997.
Lo cierto es que pese a que me gusta escribir con boli y papel, no he utilizado los cuadernos “Moleskine”, sin embargo eso no quita para que me encante ver uno de esos cuadernos repleto de notas manuscritas, pocas cosas hay tan evocadoras para un lector de viajes como yo.
PD. Estaría bien que los de Moleskine me mandaran un par de cuadernos, por eso de verlos de primera mano… ;-P
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