Es “Adiós Mongolia” del escritor y periodista vasco Zigor Aldama, uno de esos libros que empiezas a leer y que te enganchan desde las primeras páginas. Uno de esos libros en los que se siente el viaje y la aventura, y es que Mongolia no es un país fácil de recorrer, sobre todo si vas como él a los lugares más remotos.
El libro recoge diferentes viajes del autor por tierras mongolas, país al que fue por primera vez en 2006. En aquellos años Ulan Bator no era uno de los sitios que más visitaran los viajeros. Después de un largo viaje en el tren transmongoliano desde Pekin, se aprecia cómo poco a poco conforme se van alejando de la capital china y llegando a la frontera con Mongolia los viajeros retroceden en el tiempo. Es cierto que el país era poco visitado por viajeros y uno de los lugares más inseguros de Asia. Aquellos primeros días en tierras de Gengis Khan fueron realmente movidos, intentos de robo, atracos y muchos borrachos por las calles y es que el alcoholismo es uno de los grandes problemas del país. Por suerte la situación en la capital ha cambiado y el clima de inseguridad ha bajado mucho.
Uno de los motivos de los diversos viajes a Mongolia era entender a los nómadas, vivir con ellos y comprobar de primera mano como se extingue una de las formas de vida más ancestrales de la humanidad. Se calcula que cada año unos 20000 nómadas abandonan su forma de vida para trasladarse a ciudades, claro que es algo que se puede entender cuando Zigor nos cuenta las durísimas condiciones de vida que tienen que soportar en las estepas mongolas.
Conoceremos a muchas familias nómadas como la de Dandar, Tuya, Delgermaa e Itchko. A su Ger ya han llegado algunas comodidades como las placas solares que les facilitan electricidad, lo que les ha dado acceso por ejemplo a la televisión, una de las causas de que los jóvenes abandonen el nomadismo según el cabeza de familia (y eso que en 2006 no había smartphones ni “influencers“).
En el Festival de Naadam
El Festival de Naadam es uno de los grandes acontecimientos en el mundo nómada. Hasta allí llegan numerosas personas procedentes de todo el territorio para disfrutar de una especie de juegos olímpicos mongoles y allí llegó el autor junto al fotógrafo alicantino Miguel Candela, compañero de fatigas en muchos de los viajes que componen el libro. Lucha mongola, carreras de caballos a galope tendido donde participan sin problema niños pequeños y competición de tiro con arco.
Un par de años después asistieron al Festival del Águila Dorada uno de los acontecimientos más importantes que incluye una competición de cetrería. Los nómadas mongoles llevan practicando el arte de la cetrería desde hace muchos años. Cazan con Águilas reales (Aquila chrysaetos), un dato que a la mayoría de lectores les dará igual pero que para un aficionado a la ornitología como yo es importante. Los cetreros trabajan con el mismo ejemplar de águila durante cinco o seis años y luego los ponen en libertad. Un famoso documental titulado “The eagle huntress” dio visibilidad mundial a este arte, lo que ha dado lugar a que el turismo también haya llegado a estas tierras. Zigor nos habla de los safaris humanos en los que los aguerridos nómadas se prestan a posar ante turistas que los acribillan a fotos a cambio de dinero.
Visitando a los Tsataan
Como digo la aventura se respira en todas las páginas del libro como en las páginas dedicadas al viaje a Tsagaannuur a conocer a los Tsataan u hombres-reno que habitan en esa región al norte del país. Un viaje muy accidentado ya que aunque uno planifique las cosas, Mongolia tiene sus propios planes. Son los Tsataan una tribu muy opaca que vive fundamentalmente de la explotación de los renos, aunque allí también ha llegado el turismo. Su forma de vida no es muy sostenible ya que talan masívamente los árboles de los bosques. Los viajeros no son muy bienvenidos y sólo pasan unos días con ellos, regresando a la civilización tras otro largo y complicado viaje.
Viajan por las estepas mongolas en el duro invierno. A temperaturas de entre 27 y 40 grados bajo cero y en un sitio tan inhóspito, no queda otra que ayudarse unos a otros. Los nómadas son muy hospitalarios y no dudan en alojar a los viajeros que llegan a sus Gers. No es fácil alojarse en casa ajena, pero no queda otra. Te da lugar a ponerte en el pellejo de uno de estos nómadas y pensar en que cosas tan básicas como el acceso a una sanidad mínima o simplemente hacer tus necesidades fisiológicas no es nada fácil en esas condiciones.
Mongolia no sólo nómadas
La segunda parte del libro se compone de una serie de reportajes muy interesantes sobre distintos aspectos de la vida del país y sus gentes. Por lo menos para mí, Mongolia es un país bastante desconocido y me han llamado bastante la atención conocer por ejemplo la situación del colectivo LGTBI en un país tan tradicional o que existen neonazis con un discurso bastante similar al que se aprecia en otros lugares del mundo (tipo Mongolia first).
Como amante de la naturaleza me ha interesado mucho y al mismo tiempo preocupado la situación del leopardo de las nieves (Panthera uncia) en el país o los niveles de contaminación extrema que existen debido a la quema de carbón para calentarse.
Para terminar, mención especial al capitulo dedicado al grupo musical The Hu. Yo que soy de la vieja guardia de Radio 3 ya estoy acostumbrado a escuchar el canto gutural en grupos como Hun Huur Tu, pero seguro que a mucha gente va a sorprender la mezcla de tradición y modernidad de este grupo. Yo estoy descubriendo y disfrutando todos sus temas.
En estos tiempos de confinamiento merece la pena trasladarse a los grandes espacios mongoles y disfrutar de las páginas de este libro, en el que se respira en cada página el viajje y la aventura.
Adiós Mongolia – Zigor Aldama
Ediciones Península
Año 2020 – 376 páginas
ISBN-10: 8499428908
ISBN-13: 978-8499428901